La soja en el mundo

Unas 22 millones de hectáreas de bosques y sabanas de América del Sur pueden desaparecer en los próximos 16 años bajo cultivos de soja, una oleaginosa ensalzada por sus notables propiedades proteínicas como difamada por depredar la naturaleza en su avance actual sobre tierras vírgenes.

Un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, según sus siglas en inglés), señala que para el 2020 pueden desaparecer bosques y pastizales de Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay, por el avance del cultivo de soja.

El 88% de la producción mundial de esa oleaginosa es molida para elaborar harina (pellet) o aceite, mientras que el resto se dedica a semilla o se comercializa directamente como grano. El 60% de la demanda mundial es destinada al consumo animal, principalmente aves, cerdos y reses. El aceite vegetal más consumido en el mundo es el de soja, que retiene el 25% del mercado.

La progresión constante de la demanda de soja ha estimulado la producción mundial, que saltó de 115 millones de toneladas en 1993 a las casi 180 millones del 2002 y en la última campaña 2010-2011 superó las 260 millones de toneladas. También, consecuentemente, creció un 26% la superficie sembrada entre 1990 y 2002 y actualmente alcanza casi 100 millones de hectáreas.

El área plantada con palma oleaginosa, la otra gran abastecedora mundial de aceite, subió un 43% desde 1990 a 2002, para alcanzar hoy las 10,7 millones de hectáreas. A ese ritmo, la demanda de soja para el 2020 está estimada en unas 300 millones de toneladas.

Pero de los ocho principales países productores (Estados Unidos, Brasil, Argentina, China India, Paraguay, Canadá y Bolivia), sólo los sudamericanos disponen de tierras para extender la frontera de la labranza sojera, previno Jan Maarten Dros, autor del estudio de la WWF.

En consecuencia, los cuatro productores de la región deberán aportar unas 80 millones de toneladas de las 110 millones necesarias para atender el consumo para el 2020.

Esa es la cuestión que desvela a los ambientalistas, pues las superficies libres en América del Sur corresponden a santuarios ecológicos como el «Cerrado» brasileño, inmenso paisaje silvestre de sabana y árboles, y el Chaco paraguayo-argentino, consideradas las áreas de mayor diversidad biológica del mundo.

La organización mundial pronostica que el avance de la soja seguirá el modelo conocido de invasión de pastizales naturales y de expulsión hacia los bosques de los ganaderos y pequeños agricultores.

Esa expansión del cultivo requerirá la transformación para el 2020 de 16 millones de hectáreas de pastizales, sabanas y de seis millones de hectáreas de bosques en los países sudamericanos productores.

Aquí entra la propuesta de la organización ambientalista que consiste en una forma de explotación que integra el cultivo de la soja y la cría del ganado en las mismas superficies. Esa manera de estímulo de la producción puede reducir a sólo 3,7 millones de hectáreas el área necesaria para obtener las cosechas de soja que reclamará la demanda en 2020.

Al mismo tiempo, esas tierras de doble vocación sojera y ganadera, podrían recibir unas 23 millones de cabezas de ganado en igual plazo de 2020, visualizó Matthias Dimer, jefe de la iniciativa de transformación de bosques del WWF.

Lo que sostenemos es que, sin necesidad de talas masivas en nuevas áreas, el crecimiento requerido para 2020 se puede acomodar mediante la rotación de soja y ganado, insistió el profesional.

Negocio

Dros describió el panorama del negocio de la soja donde los actores clave son los consumidores, los comerciantes y los bancos privados que financian la expansión del cultivo en Brasil y Argentina. Aunque, en realidad, no son bancos sino negociantes de productos básicos los que controlan el 80% del comercio mundial de la soja y también un porcentaje similar de todas las operaciones internacionales con cereales y cacao, precisó Dros.

Esas empresas (Cargill, Bunge y Archer Daniels Midland (ADM)), todas con sede en Estados Unidos, trabajan como bancos. Ellas proveen insumos y créditos a los productores y reciben la soja cosechada como parte del pago.

Esas empresas no tienen problemas en enfrentar a un país con otro, en especial si se trata de Brasil y Estados Unidos. Lo que les interesa es el volumen de soja para negociar en el mercado, refirió.

Dros afirmó que esas compañías transnacionales estimulan actualmente a los agricultores de Estados Unidos para que comiencen a cultivar la soja en Brasil, donde la tierra es más barata.

Gustavo Capdevila (IPS/Tierramérica)