Viejos son los trapos
La cuestión es que la “ecología” está de moda, aunque también lo está el consumir hasta reventar. La ropa con que me vestí a la mañana no la quiero a la tarde, el mejor juguete es el que está por venir, el auto con dos modelos de uso hay que cambiarlo porque pierde valor. En la era del “úselo y tírelo” no es una casualidad que, a las personas de la tercera edad, se las descarte en los geriátricos o en el olvido…
Hasta no hace mucho la figura del anciano o anciana tenía un rol más definido. Fue hasta antes de la era de los “descartables”. En las comunidades indígenas conforman los consejos y en el «oriente» la sabiduría estaba representada en ellos y ellas.
Pero en este presente donde la moda de la “ecología” empuja a comprar cuadernos con hojas de papel reciclado, a juntarse para salvar ballenas y pingüinos empetrolados, a mirar al cielo buscando el “agujero” de la capa de ozono o a detectar el “efecto invernadero”, en este presente se descarta también a las personas más ancianas.
No es casual. Es la filosofía del “úselo y tírelo”. Por eso el futuro, después de cumplir los 70 años, es bastante trágico para muchos hombres y mujeres. Los años pesan como piedra y más aun porque todas las miradas están puestas sobre lo “recién hecho”. Así, para los y las que comienzan a transitar en la vida, existe una infinita variedad de ofertas que van desde la vestimenta, el placer, el auto y hasta el amor.
Y como el ambientalismo se lo presenta como algo nuevo, los destinatarios son los y las más jóvenes.
Sin embargo y aunque resulte una sorpresa para algunos, ser “ecologista” o “ambientalista” no tiene nada de nuevo. De hecho, si hay quiénes pueden contar cómo ahorrar energía, sobre el cambio climático y de la función de los bosques en la diversidad biológica, ellos son las personas “de la tercera edad”.
Lavar la ropa
Elvira, una mujer de 86 años, recuerda cómo lavaba la ropa. Llenaba el lavarropas con agua, le ponía jabón en polvo y en la primera lavada colocaba la ropa blanca, después la más oscura y por último, la más percudida o sucia. De esta manera Elvira, sin pregonar ni anunciar algún nuevo invento “verde”, ahorraba cientos de litros de agua y mucho jabón en polvo que hoy los lavarropas automáticos consumen en cantidad (hasta los “ecológicos”).
Elba, de 73 años, entre gestos y palabras nos cuenta que nunca le gustó esa idea de los aparatos nuevos: “Yo no me puedo acostumbrar al lavarropas de ahora. Aún pudiéndolo comprar no la quise”. Claro que para Elba el ambiente no es sólo ahorrar agua. “Yo estoy acostumbrada a estar muy metida en la Naturaleza porque nacimos entre árboles y nosotros teníamos hasta una huerta. Por eso yo no puedo soportar cuando rompen o cortan un árbol”.
Cuando les consultamos sobre el significado de la palabra “ecología”, “ambiente” o “medio ambiente”, la mayoría desconoce la respuesta enciclopédica. Sin embargo, a medida que hablan, tienen claro su significado.
Para usted, ¿qué es la ecología?, le preguntamos a Mariano Álvarez, de 84 años. “La verdad es que no se me ha ocurrido ventilar el asunto”, responde. “Yo desde los 18 años siempre trabajé detrás de un escritorio. Pero con la palabra ecología; no sé, no se me ocurre nada”.
Sin embargo, cuando le pedimos a Don Mariano que nos describa sobre los cambios en la naturaleza se despacha a gusto y con detalles: “La cosas cambian y las tierras depende del uso que se les de. Por ejemplo: las siembras si se hacen con inteligencia la tierra dura, pero si se la hacen a la que te criaste… y bueno”, explica con gestos elocuentes y moviendo las manos de aquí para allá.
Las respuestas sencillas fueron las más comunes. “Todo ha cambiado desde que era chico. El campo no es el mismo”, habla mirando el horizonte Esteban Tornas, de 73 años. “Yo he visto el desmonte. He visto sacar los árboles de raíz. Y el bosque que se hacha se acaba. Porque pienso: si el monte estaba era para algo ¿no?”, pregunta.
“No sé” dice Adela Archuc, de 76 años, cuando le consultamos sobre la palabra ecología o ambiente. “No sé que decirle, pero para mí han cambiado algunas cosas. Porque cuando yo era chica la temperatura era de otra manera. Ahora hace frío, después hace calor… No sé, ha cambiado tanto el tiempo y las cosas ¿no?”.
Para Elba Depetriz los años fueron modificando la tierra, el cielo y el paisaje: “En el año 1938 había pura tierra, vientos que tapaban con arena las casas. Ahora, por la ciudad y los árboles, ya no hay tanto viento”, cuenta. Y tanto han cambiado las cosas que hasta las personas son distintas. “Nosotros cuando éramos chicos hacíamos con los tachos macetas para las plantitas, hacíamos todo, hasta perchas. No se tiraba nada”.
“Ahora tiran todo”, se suma Ana Bidegay. “Tiran el agua, rompen los árboles. No sé si opinamos así por nuestros años… tal vez si fuéramos jóvenes pensaríamos de otra manera. Pero nosotros comprábamos un vestido y después, cuando se gastaba, hacíamos una blusa y después un repasador o un almohadón. Ahora el repasador tiene un agujerito y va derechito al tacho de la basura”.
“Para mí la ecología es el ambiente, es el aire, es el viento, es el agua, es la tierra. Todo lo que está sobre la superficie del planeta. Pienso que es así”, explica Graciela. Y, como para que no faltaran pruebas de sus conocimientos, da varios ejemplos de cómo las personas fueron degradando el ambiente: “El hombre destruye con plena conciencia. Es bastante ignorante respecto de lo que mata en la naturaleza. Y mata con productos y un montón de cosas que en su gran mayoría son extranjeros. Nosotros somos los “chanchitos de la india”, porque les damos la solución para que ellos no se embromen, aunque sí no embromamos nosotros, claro”.
Con-ciencia
Aún con tantos conocimientos la sociedad prefiere mantener a las personas de la tercera edad en el olvido. Parece que es la forma con que la humanidad trata a todas las cosas, incluso a los de su propia especie. Usar y tirar. Si hasta en la televisión son excluidas. Quién puede negar que el 99% de la publicidad está dirigida a los y las más jóvenes, que la ropa se fabrica en su gran mayoría para ellos, el turismo, los autos…
“Cuando estamos viejos, esta edad, no servimos… ¿para que vivir?, somos gastos y trabajo”, afirma resignado Esteban mientras mira hacia el patio del Hogar de Ancianos, en la ciudad de Santa Rosa (La Pampa). “Hoy los parientes, la gente joven, se olvidan de los viejos, de los padres que los han criado. Se olvidan de aquellos que le han hecho conocer muchas cosas que no conocerían, aunque quisiesen”, dice enojado.
“Antes cuando era joven”, se suma Héctor Ríos, de unos 80 años, “tenía fortaleza, juventud. Ahora soy viejo y apenas camino”.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, dice el dicho y dada las circunstancias, tropezará mil veces más si no escucha a los que “saben por viejo”.
“En una persona de edad hay una experiencia vivida. En unas más y en otras menos”, explica Doña Ester Giacobone, quien no oculta sus 89 años de edad. “Pienso que los abuelos debieran ser venerados por sus conocimientos, por su experiencia. Deberían ser tenidos en cuenta como fue en la antigüedad, o como con los indios. Hay naciones donde son venerados, mientras acá se los manda al geriátrico y arreglate si podés”.
Texto: Pablo DAtri
Ilus.: Bibi González
Publicado en Suplemento ECO / Septiembre de 1996