Crónica de un incendio
Es estas pampas los incendios se presentan todos los años. Naturales u ocasionados por el hombre, controlarlos resulta un asunto complicado. Planificar la temporada es fundamental. También lo es contar con los recursos humanos y técnicos necesarios…
Son las 10,30 de la mañana. Una llamada telefónica advierte la existencia de un incendio. El equipo de comunicación de la Dirección de Defensa Civil (del Ministerio de Gobierno, Justicia y Seguridad del Gobierno de La Pampa) confirma la veracidad y exactitud de la información (son muchas las veces que se trata de una falsa alarma). Despejada la duda, sale rápidamente una “cuadrilla” (una camioneta con 4 brigadistas) hacia el lugar.
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Cuando llegan los primeros calores, los incendios vuelven a ser noticia. Nunca fallan: desde noviembre hasta marzo se “presentan” y queman miles y miles de hectáreas de bosques, montes y pastizales. Siempre llegan. Tal vez resignado, la propuesta es reducir su impacto ambiental y social.
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El tiempo se acelera después de la “alerta”. Atravesando caminos y picadas, la cuadrilla llega al lugar en cuestión. El jefe del grupo releva la información disponible. Pregunta al puestero (rara vez se encuentra el dueño) sobre las dimensiones del incendio y características del campo (viviendas, personas, bosques, vacas, caminos vecinales, estado de las picadas, etc.). En un improvisado mapa dibujado sobre el suelo se planifica la acción. Minutos después, la cuadrilla parte rauda para comenzar los “contrafuegos”. Todos saben lo que tienen que hacer.
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Meses antes del inicio de la “temporada alta de incendios”, el equipo de DC comienza con el trabajo de relevamiento y evaluación de datos. Rara vez suceden dos incendios en el mismo lugar, dicen. Por eso se prioriza el trabajo en aquellos sitios donde no hubo incendios y donde la vegetación se presenta abundante. Carolina Polanco y Carina Re, dos recursólogas egresadas de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam), observaron, a fines del mes de agosto, el estado del bosque y del jarillal en la zona de Lihue Calel, Cuchillo Co y en Árbol Solo. “Había más volumen de pasto que el año anterior”, dice Polanco. Otro dato: hacía mucho tiempo que no había incendios en los alrededores de L. Calel y Cuchillo Co. “Sabíamos que las probabilidades de incendios eran altas y así sucedió… de hecho, una tormenta desató en la zona uno de los incendios más importantes de la temporada”, confirmó Gustavo Romero, director de Defensa Civil del Gobierno de La Pampa (DC).
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Rara vez las “picadas” están en condiciones. Evaluar el estado de situación de esas franjas limpias de masa vegetal a la orilla de los campos es una de las primeras tareas del equipo. Desde la sede central, en Santa Rosa, se contactan con autoridades de Vialidad Provincial para disponer de una motoniveladora o pala mecánica que ayude a limpiar o ampliar las picadas y poder así transitar por las mismas y facilitar los “contrafuegos”.
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Las noticias en los medios se replican en las redes sociales. Muchos se lamentan y reclaman aviones hidrantes, más brigadistas y financiamiento. “Las picadas son la herramienta fundamental para reducir el impacto de los incendios”, dice contundente Romero. El Estado provincial entregó hace unos años ocho inmensos tractores con sus rastras para que los productores privados limpien las picadas. Aunque la ley exige que estén abiertas y limpias, los brigadistas saben que más de un 80% de las picadas no estarán en condiciones. “Los caminos vecinales o las rutas son la infraestructura vial que más utilizamos para combatir las llamas”, reconoce Carlos Bonnemezon.
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El helicóptero resulta de utilidad para ver el escenario y saber hacia dónde se dirige el incendio. Desde las alturas se puede ver mejor el escenario y saber hacia dónde van las llamas y también, el estado de las picadas o caminos disponibles. También es de gran utilidad el avión observador, porque permite realizar un relevamiento con el GPS obteniendo información certera y precisa. Si la situación lo exige, se solicita a la central que envíen más brigadistas. En La Pampa, al igual que en otras regiones de pastizales y bosques del espinal, para apagar un incendio hay que encender otro. Se los llama “contrafuegos”.
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Para reducir el impacto de los incendios sobre la naturaleza hace falta mucha planificación. Por eso hay equipos de investigadores que evalúan meses antes la vegetación, el estado de los equipos de comunicación, se realizan las capacitaciones a los brigadistas, se hace una puesta a punto de los equipos, se calcula las viandas de comidas necesarias por día, la cantidad de brigadistas que exige un día en el frente del incendio, y hasta calcular cuándo debe dormir y descansar parte del personal mientras otra parte del equipo combate las llamas.
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Calculando la dirección del viento y la velocidad, los pronósticos para incendio son una herramienta de gran utilidad para la planificación de las tareas. Con la información previa y esperando la noche (el mejor momento para combatir las llamas), los brigadistas buscan la picada o camino para “enfrentar” al incendio. Tomando los recaudos correspondientes, con la “antorcha de goteo” se comienza a quemar vegetación para quitarles “combustible” a las llamas. ¡Incendian para apagar el incendio!
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Unas 483.000 hectáreas se quemaron entre noviembre de 2013 y febrero de 2014. Un año después, las llamas consumieron poco menos de la mitad: 220.000 has (la media histórica ronda las 300.000 has). Es mucha superficie, pero muy por debajo de los picos máximos (como en el verano de 2001/2 cuando se quemaron más de 3 millones de has). Los incendios son la principal amenaza del bosque del caldén. “En La Pampa, son uno de los principales problemas ambientales”, agrega concluyente Romero.
Texto: Pablo D’Atri
Ilust.: Bibi González