La cortadera

Es una planta nativa de Argentina, Brasil, Chile y también Uruguay. Cuando soplan los vientos, los “plumeros” o “plumerillos” se balancean dibujando “un ancho mar”…

Tengo imágenes en la memoria, de las lomadas en los caminos, y en los bajos, a unos metros de la banquina, las cortaderas blancas, estiradas hacia el cielo, con esos “penachos” moviéndose de aquí para allá.

Y las tengo en mi memoria porque son de esas plantas a las que uno no puede dejar de mirar. Son altas, esbeltas, y se mueven lentamente con la menor brisa, como danzando.

Donde crecen seguro que hay agua. De hecho, cuando las napas están muy cerca se las ve, y también, rodean las aguadas, o en las orillas de los ríos. Por estos tiempos, en que el agua abunda en los campos produciendo inundaciones, se la ve más seguido formando extensos cortaderales.

Es habitante de la pampa argentina aunque, según cuenta Guillermo Covas, también crece en Uruguay, sur de Brasil y Chile, y hay países del Norte donde se luce en los jardines. Hoy, es una planta recomendada por los decoradores. Por eso, es habitual encontrarse en algún rincón de una casa o comercio, dentro de algún cacharro de barro, con las cañas y sus penachos florecidos.

Los Mapuches, habitantes naturales de estas pampas, le atribuían poderes ocultos. El rancül, como también le decían, era colocado en la cabeza “para ahuyentar los espíritus malos”. Esteban Erice cuenta además, que sus largas varas eran utilizadas para techar las viviendas.

Aunque crece en lugares donde las napas están cerca de la superficie, o en tierras húmedas, es una planta que soporta muy bien la sequía. Las hojas, largas y aplanadas, tienen sus bordes cortantes, de donde proviene su nombre. Forma matas tupidas que alcanzan los dos metros de altura.

En el verano, comienza a florecer y, en la punta de las cañas, se ven los penachos florecidos de hasta 70 centímetros de largo. En el Parque Nacional Lihuel Calel, en los bajos, crece otra especie de cortadera, un poco más pequeña, pero muy similar a las que habitan en el centro de Argentina.

Si algún día estás en medio de las sierras de Lihuel Calel, o pasás por un bajo donde hay grandes cortaderales, esperá que el viento se acerque y observá cómo se mueven… parece un mar tranquilo.

Ilust. lámina: Instituto de Botánica Darwinion / CONICET